El libro trata sobre una epidemia que se fue expandiendo progresivamente por el país, una ceguera blanca, popularmente conocida como mal blanco. El primer infectado fue un hombre que perdió la vista mientras conducía, y luego, todas las personas cercanas a este, también adquirían el mal.
A pesar de los intentos de los científicos y médicos, que intentaron descubrir la procedencia del mal, no tuvieron éxito ya que a ellos también los afectó. En apuros, el gobierno decidió tomar ciertos lugares espaciosos, como psiquiátricos abandonados, para alojar a las personas contaminadas y a las enfermas, para realizar una especie de cuarentena y así evitar más contaminaciones. Pero los intentos fallaron. Uno a uno, los hombres se iban quedando ciegos, y debían tratar de sobrevivir sin ojos que vean.
Sólo un par de ojos podía ver el horror: los de la esposa del oftalmólogo que había atendido al primer ciego. Gracias a ellos podemos conocer el horror y el salvajismo de la vida humana, ya que las personas, para sobrevivir, habían olvidado su moral y su ética. En un primer momento, comandados por el egoísmo trataban de acaparar dinero y alimento tanto como podían, pero luego, solo eran como animales nómadas, en busca de algo que comer o tomar.
